you'll be a shooting star, babe. — priv.
NeoArghia :: Neoarghia :: The Blue Ram
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you'll be a shooting star, babe. — priv.
«YOU’LL BE A SHOOTING STAR, BABE.»
AGNES MULLER — CAIN DRARGYAZ
El suave y penetrante olor a alcohol rodeaba cada centímetro de aquella oscura sala ahora vacía. Mesas altas y taburetes de elegante diseño perfectamente colocados alrededor de las primeras descansaban ya plácidamente después del ajetreo nocturno que envolvía aquel lugar a diario. Cain esbozó una media sonrisa complacida mientras sus ojos, serenos y profundos, observaban con detenimiento rincón a rincón del Sinful Minds. De su casa. Aquel era el lugar al que pertenecía ahora mismo. Lo necesitaba. Se mantenía en silencio, expectante, ¿pero qué era lo que esperaba? En realidad, ni él mismo lo sabía. Sólo podía decir que faltaba algo. Que aquel lugar podía ofrecer mucho más.
Una locura. Al menos cualquiera que hubiese visto su club le hubiese dicho aquello. ¿Qué podría faltar en aquel pedazo de infierno celestial? Bellas bailarinas, bebidas exquisitas, lujo por doquier, música, el placer rodeaba cada esquina. No, más bien, aquel lugar era la cuna del placer más primitivo al que ningún humano podría acceder. Y sin embargo, faltaba algo. Los espectáculos eran ardientes y perfectos. Todo funcionaba como un reloj. Pero no había… novedad. No había ese elemento sorpresa que levantase a todos de sus asientos, que provocase risas y expectación. No, eso era lo que faltaba. Un elemento estrella. Algo único en la ciudad.
Sin embargo, durante semanas no supo dar con lo que era. Había cambiado la decoración, los espectáculos, había probado mil cosas, pero nada era del gusto del hombre. No fue hasta que un conocido le habló de cierta vedette que el hombre recobró la esperanza. Nunca había visto un show similar. Conocía el funcionamiento y más o menos la temática del mismo, pero nada más. Enseguida tuvo que conocer más detalles sobre aquello. ¿Quién sería esa misteriosa bailarina?
Gracias a su contacto, se enteró del lugar y horario de trabajo de la chica. Blue Ram, el local de moda. Bañado de pijería, soberbia y altanería. Uno de los locales más famosos en la ciudad, cómo no. La mera idea de tener que entrar en un lugar así le asqueaba. ”Todo sea por el bien mayor.” Masculló Cain entre dientes. Según tenía entendido, al día siguiente tendría lugar uno de aquellos bailes. La ocasión perfecta para ver de qué trataba realmente todo aquello.
Todo estaba listo. El día había llegado y Cain se preparaba para salir. Había dejado de encargado a dos personas de confianza y todo el mundo sabía que tenía que hacer. Se colocó el traje una vez más. Aún no se acostumbraba a vestir tan elegante, pero cualquiera que lo viese habría sabido que ese traje valía mucho. Demasiado, en opinión de Cain. Pero los créditos eran algo que le sobraba, ¿por qué no darse un capricho de tanto en tanto? El reloj marcaba casi las doce de la noche. Aún faltaba un poco, pero quería llegar con tiempo. Sabía que sería casi imposible entrar si no sobornaba a alguno de los seguratas.
Quince minutos después se encontraba en la puerta, la cola era impresionante. Todos ellos elegantes, las mujeres llevaban vestidos de infarto, los hombres, trajes casi tan caros como el suyo propio. Sí, aquello sin duda se había convertido en un antro para los señoritos ricos de la ciudad. Aburrido. Todo el lugar apestaba a aburrido. Suspiró, se colocó los puños de la camisa y se acercó a la puerta, ignorando toda la cola. Una de las chicas que estaba a punto de entrar junto a su grupo de amigas estuvo a punto de inquirirle para que se marchara, pero Cain no cayó en la provocación. Una radiante y caballerosa sonrisa fue lo único que le dirigió, ladeando la cabeza lo justo mientras la giraba hasta el de seguridad, que además era el encargado de cobrar las entradas. Pagó mucho más de lo que debía. No sólo iba su entrada, había pagado la de todo aquel grupito junto a una más que generosa propina. Seguramente más de lo que cobraba en toda una semana aquel hombre. — Ellas van conmigo. Creo que estará todo en orden, ¿cierto? — La voz del albino sonaba segura y melosa, casi musical.
Con un leve carraspeo, tratando de fingir ignorancia, el segurata asintió una sola vez y lo dejó pasar junto a ellas. — Disfrutad de la noche, señoritas. — Ni las volvió a mirar. Ellas no le interesaban esa noche. Pronto sería el show y él estaba allí para verlo. Cogió sitio junto a la barra del bar. Tenía una vista perfecta del escenario.
— Whisky doble, seco. — Uno de los barman se apresuró a preparárselo mientras él miraba al escenario. Las luces se apagaron de golpe y, enseguida, los focos del escenario se iluminaron. El espectáculo empezaba.
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Última edición por Cain Drargyaz el Dom Mar 24, 2019 6:40 pm, editado 2 veces
Cain Drargyaz
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Re: you'll be a shooting star, babe. — priv.
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Llevaba minutos con sólo un vestido de seda negro transparente cubriendo su cuerpo junto a lencería del mismo tono; un body lleno de enredaderas hechas por un bonito bordado que se dejaba ver bajo aquella opacidad y los pechos alzados por ésta prenda, marcando la curva superior de los mismos y dejando a la vista de todos en cuanto cruzase hacia la luz aquellos tatuajes tan característicos de ella, aquellos que una vez le arrancaron. Sobre sus hombros yacía el peso de una serpiente pitón de escamas oscuras y doradas, enredándose en sus muslos y brazos como si se tratase de una boa de plumas. Su pelo azul andaba oculto bajo una peluca negra, cortada al más puro estilo Cleopatra, plagado de adornos dorados en forma de tiara y colgantes por los mechones, con brazaletes adornando sus brazos y piernas. Aquella noche su temática era dicha mitología, y ella como amante de éstas y como buena seductora, iba a sacar provecho de aquél espectáculo para mezclar lo que mejor se le daba; causar terror y enamorar al público.
Sus pasos eran decididos y elegantes, contoneando su cuerpo con aquél animal deslizándose por ella, alzando la cabeza para situarla despegada de la mano de la mujer sin dejar de moverse ambos, con lentos movimientos de cadera sinuosos. La serpiente acarició su piel con su cuerpo, deslizándose hacia su hombro y rodeando su cuello y cintura sin llegar a ejercer presión, dejando libres sus manos. Pese a los movimientos de la mujer, ésta parecía no querer dañarla, como si fuesen una sola alma, como si llevasen toda una vida juntos y no quisieran dañarse el uno al otro.
Agnes se dirigió directa a la parra colocada en la mitad del escenario, caminando a su alrededor mientras se aferraba con delicadeza con la diestra y de un suave salto se aseguraba en ésta con los muslos desnudos, girando a su alrededor con lentitud y descendiendo el cuerpo, deslizándose por aquél lugar en dirección al suelo. Sus pies tocaron éste, separando las piernas poco a poco mientras se escurría, quedando totalmente pegada al suelo e inclinando lentamente la espalda hacia atrás, curvando la columna en un arco que muchos desearían recorrer con sus manos. Mas aquella serpiente parecía ser la más suertuda, quien ascendió por entre sus pechos en dirección al cuello y espalda, bajando al suelo y enrollándose en una de sus piernas mientras se alzaba.
Ésta vez, la estrella se dirigió hacia una pequeña mesita con una botella de champagne abierta, comenzando a caminar sobre los muebles más cercanos, recorriendo la estancia en línea recta pasando por las mesas más cercanas y dirigiéndose directa al peliblanco del fondo, quien descansaba tomándose una copa y, lista de ella, captó que no quitaba sus ojos de encima de su cuerpo. Se detuvo frente a él, sobre el mueble donde andaba apoyada su copa, apartándola con el tacón y extendiendo uno de los brazos hacia él,el diestro. La pitón reptó hacia su cuello y abdomen, aferrándose a aquellas partes de su cuerpo y Agnes no perdió el tiempo. Introdujo tres dedos de su diestra, los centrales, dentro de la boca del varón, curvando su palma hacia arriba en forma de cuenco y volcando el contenido de aquella botella sobre su escote y hombro, dejando que el líquido se deslizara con rapidez hacia aquella mano, dándole de beber con los ojos clavados en los suyos y una sonrisa felina adornando sus labios.
Descendió el cuerpo hasta quedarse de rodillas sobre el mueble frente a él, atrayendo la cabeza de la pitón hacia la cara del hombre, dejando que el siseo de aquél peligroso animal se colase en sus oídos e inundara su cabeza, soltando Agnes una suave risa y siendo ahora ella quien se acercase a sus labios para retirar el sabor del champagne de éstos en una lenta lamida, mordiéndole el carnoso inferior y alzándose rápida para volver hacia el escenario, dejando sobre su mesa la botella a medio acabar.
Inclinó el cuerpo hacia delante en una reverencia, sosteniendo la cabeza del reptil en su diestra y cruzando las piernas a la altura de los tobillos para más elegancia en aquél gesto, volviendo a erguirse y desaparecer bajo la oscuridad de los focos apagados. No perdió su tiempo en ir hacia el camerino a cambiarse y retirarse aquella peluca, volviendo a soltar sus hebras tono mar y vestir unas ropas más elegantes.
Minutos después, ella hizo acto de aparición al colarse entre el gentío de aquél local, yendo en busca de su objetivo; aquél hombre. Sus manos pecaminosas envolvieron su pecho, acariciándolo y descendiendo hacia su vientre mientras se inclinaba contra la espalda del desconocido, mordiéndole el lóbulo de la oreja e imitando el siseo de aquella pitón que antes tuvo frente a su rostro. — Espero que disfrutases del espectáculo— susurró con voz melosa, sonriendo con orgullo.
Agnes Muller
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Re: you'll be a shooting star, babe. — priv.
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AGNES MULLER — CAIN DRARGYAZ
El líquido ambarino caía por su garganta fuerte, intenso, cargado de un sabor a madera y amargor que lo enloquecían. No era el mejor que había probado, pero adoraba aquella marca. No le sorprendía que estuviese en un local así. Pero ahora nada de aquello le importaba lo más mínimo. Podría haber estado bebiendo agua y el efecto habría sido el mismo. Su atención estaba puesta en algo muy diferente. O más bien, en alguien. En una lujuriosa representación del antiguo Egipto y, más concretamente, de una de sus más famosas representantes, una hermosa mujer había salido al escenario con nada menos que una magnífica serpiente que se enrollaba en torno a la fémina con la gracilidad y elegancia que muy pocas lograban transmitir.
Los cuchicheos aumentaron, bajos pero constantes. Los nuevos clientes parecían sorprendidos de que hubiese una serpiente real en el escenario. Otros, en cambio, hablaban soeces acerca de la mujer. Pero todos, en general, coincidían en que estaba preciosa sobre aquella alta tarima. Cain no pudo sino asentir para sus adentros. Realmente era algo digno de ver.
Ambas estaban solas en el escenario. No necesitaban nada más, como así demostraron instantes después. El espectáculo era erótico y espectacular. Las luces acompañaban sus movimientos y las sombras lo hacían aún más misterioso. Pero no sólo era la belleza de su cuerpo lo que encandilaba al varón. No, era su actitud la que lo mantenía con la mirada fija a cada instante, a cada rincón de ella. Buscaba sus ojos, encontrándolos con frecuencia mientras disfrutaba de la bebida. Tenía que hacerse con aquella mujer. Estaba, para su sorpresa, excitado. Y no sólo en el sentido más puramente carnal. Quería seguir mirando, quería que bailase sólamente para él. Su rostro, por el contrario, mantuvo una escasa sonrisa ladeada y traviesa tan propia de él. Un nuevo trago dejó el contenido del recipiente a menos de la mitad. Entonces los movimientos cambiaron.
Las miradas de ambos se volvieron a cruzar pero esta vez ella no retiró la vista. Sin despegar sus ojos de los del varón, este se mantuvo quieto en su posición mientras ella se movía como una serpiente entre los clientes, que la seguían embelesados con la mirada, preguntándose a dónde iría, quién sería el afortunado que había captado la atención de la mujer y su compañera. Cain, en cambio, se preguntaba otra cosa. Sabía a dónde lo dirigían los pasos de la fémina. Qué harían una vez llegados, no obstante, permanecía en un completo misterio.
Repasó su cuerpo entero en una larga mirada. Desde sus pies, finos y elegantes, hasta el último de los cabellos que adornaba aquella peluca negra. Su mirada, sin embargo, vagó unos segundos más por sus tatuajes. Él mismo tenía varios, aunque no tan visibles — y menos aún con el traje —. Le fascinaban. Una maravilla para los sentidos. Bajó desde su hombro hasta sus brazos lento, grabando en su retina cada trazo de tinta mientras ella acercaba su cuerpo al contrario.
Pero no todo era tinta lo que veía. Su cuerpo ocultaba aquellos pechos que, aunque no excesivamente grandes, lucían firmes y lujuriosos, perfectos en aquel traje. ¿Cómo se sentirían en su boca? Aquel pensamiento fugaz cruzó la mente del mayor pero enseguida desapareció. Situada frente a él con aquel champán, la mente de Cain se centró en esos instantes en lo que tenía enfrente, olvidándose de todo lo demás.
La sensación de la serpiente sobre su cuerpo era algo que hacía mucho no había experimentado y nunca lo había hecho en tales circunstancias. Admiró al bello animal desde la cercanía de su posición y amplió la mueca sonriente que se había formado en su rostro. Era un ejemplar magnífico. No lo tocó, sin embargo, no tuvo tiempo. Los movimientos de la bailarina volvieron a captar su atención al instante. Antes de saber muy bien que pasaba, se encontró con los dedos de ella en su boca y aquel líquido dorado que caía por su cuerpo en un erótico camino directo hasta sus labios. Bebió de estos tanto como ella le ofreció. Sus ojos permanecían clavados en los ajenos, igual de desafiantes y traviesos que antes. Le gustaba aquella chica.
Conforme ella se retiraba, habiendo acabado ya el espectáculo, paseó su lengua por su labio inferior. Aún sabían a champán, pero había algo más en ellos. ¿Parte del pintalabios femenino? Quizás, aunque no estaba seguro. Pero quería volver a probarlo. La sensación de aquella lamida y su posterior mordisco aún bailaba en su cabeza, después de todo.
Con el espectáculo acabado y la hermosa joven desaparecida, volvió a girarse, encontrándose con su copa de frente. La idea de manchar el sabor del champagne con aquel whisky no le hacía gracia, por lo que pidió una nueva copa para la bebida que degustaría esa noche. — Mejor, traiga dos. — Inquirió al camarero, que enseguida dejó ambas copas frente a él. No hubo terminado de llenar la primera con el líquido cuando un cuerpo ajeno se pegó a él por detrás. Conocía aquellos pechos que se presionaban contra él. Sólo los había visto una vez pero no creía olvidarlos pronto. El mordisco sobre su oreja sólo le confirmó lo que ya sabía. — Ha sido una delicia verte bailar… Aunque creo que me he granjeado unos cuantos enemigos más. No todos los días se tiene la atención de una mujer como usted, al fin y al cabo.
Girando su cuerpo lo necesario, se encontró con ella. Ahora llevaba otro vestuario, no había rastro de la serpiente y su melena, mucho más larga, era de intensos tonos azules. Le sentaba bien. Incluso mejor que el cabello negro. Llevó su mano hasta la cintura de ella, unos centímetros más arriba de su trasero, manteniendo firme el cuerpo de la contraria contra el propio. — Debo confesar que vine aquí por cierto espectáculo y la bailarina que lo llevaba a cabo. Nunca imaginé que quedaría tan complacido. Así que, déjeme invitarla a una copa en agradecimiento, no aceptaré un no por respuesta.
Ladeó la cabeza esperando su respuesta y, mientras lo hacía, volvió a pasar su lengua por el labio que minutos antes ella había degustado.
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Cain Drargyaz
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Re: you'll be a shooting star, babe. — priv.
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Quizás eso era lo que más le gustaba del oficio; el causar odio en otros por conseguir un hombre su atención, el que hubiese peleas por simplemente unos minutos de la mujer junto a ellos. Sonrió con orgullo, alzando el mentón y aún con sus manos acariciando el cuerpo del albino sobre la ropa. —Bienvenido al Paraíso— bromeó, mordiéndole una porción de piel de su cuello y soltando una risa burlona por entre sus labios, dedicándose a besarlo y ascender al lóbulo de su oreja, atrapándolo entre éstos y moviéndose elegante hacia las piernas del varón, tomando asiento sobre una de ellas y rodeando su cuello con ambos brazos, para mantenerse sostenida.
Encogió los hombros sin abandonar la sonrisa, dándole un toque con el índice en su nariz y entornando la mirada al ensanchar la mueca, marcando sus hoyuelos. —¿Puedo hacer algo por ti en agradecimiento, caballero?— indagó interesada, girando el rostro para observar la segunda copa sobre la mesa y la botella de champagne que hacía un rato dejó allí, intacta. —Pensé que no desearías beber más después de probar de mi cuerpo— dejó caer en tono meloso, mordiéndose el labio e hinchando el pecho al tomar aire, abandonándolo en un suspiro, simulando estar enamorada, interesada por él.
Aquél hombre reveló lo que ella imaginaba, que venía por simplemente verla actuar, estar un rato con ella y conocerla. ¿Quién no hacía eso? Normalmente, aquél local estaba lleno por aquella mujer, quien se llenaba la boca en decir que era la estrella del lugar, que todos acudían allí para asegurarse de que no era un mito, que aquella belleza existía, y no física, que también, sino aquella atracción interna que la dama poseía, aquella que te instaba a conocerla aún más, a beber de su picardía y labia, a mantenerte junto a ella. —¿Es la primera vez que vienes?— quiso asegurarse, tomando la mano diestra del varón para obligarle a descenderla por su columna y detenerse en su nalga, sobre el vestido, removiéndose sobre el muslo ajeno para sentarse más cómoda sobre él —, porque podría regalarte pases para que nunca me abandones y pueda verte más seguido— continuó, tomando la copa un vez servida de la mesa para dar un pequeño trago, degustar aquél sabor en sus papilas gustativas.
Acarició el pecho del varón con sus carnosos, arrastrándolos por la piel descubierta bajo la camisa semiabierta y besando una pequeña porción desnuda, dejando allí la marca de su pintalabios tono lujuria. —Te recuerdo que puedes tocar lo que quieras, esta noche yo seré tu compañía hasta el final. No te cortes...
Agnes Muller
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