I will protect you
till the end

Su llegada a NeoArghia sería breve; conocería a su padre, le sacaría el dinero que su madre le obligó a traer de vuelta y desaparecería sin dar explicaciones, ni siquiera dar una nota de despedida. Era tarde, empezaba a oscurecer y aquél hombre yacía durmiendo sobre la cama. Era su oportunidad para marchar sin que nadie la descubriera. Llevaba un sobre en su diestra con los billetes de avión hacia Escocia, decidida a volver con su familia «vampírica», que no era más que un culto de locos que desde pequeña torturaron y destrozaron a Sköll con la única creencia de que era la elegida de aquél clan. Puros enfermos mentales que obligaron a un bebé recién nacido a beber sangre sobre una lápida abandonada en un cementerio. Por supuesto, cuando te crías en ese ambiente de dementes, lo ves todo normal, pero en el exterior, los que la conocían, podían verlo como una locura. Como un motivo para sacar de allí a la adolescente cuanto antes.

Ella sin embargo, iba decidida a pillar un taxi e irse al aeropuerto. Su plan principal era salir de casa sin ser vista ni oída, cargando con una maleta pesada de ruedas bajo su brazo zurdo y pisando poco a poco el parqué de aquella casa. Escuchó unos golpes en la puerta, y eso le aterró y puso nerviosa Aun así, esperó unos segundos tras ésta, asegurándose de quien quiera que estuviera allí se había marchado para poder seguir con su plan. No obstante, esperó un minuto, abriendo lentamente la puerta antes de empezar a chistar para callar al droide frente a ella, apoyando una mano en su boca y presionándola con fuerza como si quisiera asfixiarla, mirando a todos lados, asustada y nerviosa. —¡Cállate androide de mierda!— chilló en voz baja, entre susurros en un ataque de nervios y pánico, mirando hacia atrás y cerrando la puerta lentamente para salir, abriéndose paso a un lado de ella y señalando la calle para que Hex saliese de casa. —Esa no es mi casa, vete fuera— sentenció, aunque lo único que quería era marcharse cuanto antes.

La escuchó por unos segundos. Ah, aquél viejo, el único que se preocupó por ella y trató de alejarla de los brazos de una madre demencial que dañaba a su hija en aquellos preparatorios y aquelarres extraños. Le añoraba, pero jamás llegó a recordar su cara, ni siquiera su voz. Era muy pequeña cuando la última vez que le vio, antes de que la encerrasen en una mansión perdida en la nada sin ver la luz del sol. —Hex… Vale, ahora cállate un momento y sígueme— siseó, avanzando rápida hacia el porche trasero de la casa y ocultándose tras unos árboles, señalando, ordenando más bien con un dedo al apuntar hacia el suelo, que ella fuese junto a ella. —Sí, es la casa de mi padre, pero ya me iba con mi madre— le aclaró, suspirando agotada y dándose un golpe con la palma de la mano en el rostro, cerrando los ojos. —Mira, Hex, iba a ir al aeropuerto ahora mismo. Tengo un vuelo de vuelta a Escocia en dos horas, y no quiero perderlo, ¿entiendes?— suspiró de forma pesada, mordiéndose el labio inferior con el colmillo derecho.—¿Me ayudarías a ir?