Who are you? priv. Edea

Era un milagro que la pequeña zoomorfa caminara con relativa tranquilidad por la ciudad, pues si no estaba encerrada entre cuatro paredes se encontraba bajo los gritos y malas contestaciones de su ahora dueña. Cuanto más lo pensaba peor le sonaba aquella palabra, pero cualquier sinónimo que definiera su situación actual sería igual o denotaría algo mucho más horrible. Pero poco podía hacer en aquel entonces, siempre se limitaba a obedecer sin responder ni una sola vez de mala manera, ya que su educación había sido bastante buena desde pequeña, pero eso no quitaba que muchas de las veces se sintiera realmente incómoda en los diferentes tipos de situación en los que acababa con ella. La obediencia hacia la mayor llegaba a tal punto que cuando se encontraba sola, ni si quiera sabía qué hacer o cómo hacer las cosas; eran dos extremos totalmente opuestos a los que Valory era incapaz de adaptarse con tanta rapidez.

Si bien se encontraba sola, pudiendo tener un rato libre para ella y hacer lo que le plazca, había sido encargada de hacer unas pequeñas compras, además de tener un toque de queda que debía de cumplir. Poco a poco tenía más tiempo para sí misma, pero esas salidas cada vez eran menos usuales. ¿Qué si podía simplemente no volver a su nuevo hogar? Podía, con la consecuencia de estar atada a un hechizo del cual desconocía los efectos que podría causar en su cuerpo si pasaba mucho tiempo alejada de la otra parte, y de igual manera tendría a la mismísima descendiente de los Veljhradur en su busca y captura. Y quien sabe si saldría viva de tal desobediencia.

Los pequeños pies (o aletas, según se mire) de Edea se movían a paso ligero, caminando entre la multitud evitando cualquier contacto con la cantidad de gente que había a su alrededor. Aún tenía tiempo de sobra para hacer sus cosas, pero antes de entretenerse y perderse por las calles prefería hacer el recado que se le había pedido, o más bien ordenado. Se trataba de una pequeña joya que ya habían encargado y pagado previamente, pues a día de hoy pese a todo lo que ya había hecho y el tiempo que había pasado junto a la familia aún no se fiaban de ella, y dejar a una frágil e indefensa "cosa" con apariencia bastante llamativa con tal cantidad de dinero no era muy buena idea, por lo que Val no se quejaba de ella, pero sí de esa total desconfianza. Ella nunca podría hacer nada malo y dañar a nadie por muy mal que se comportaran con ella, porque primeramente no sería capaz ni tampoco podría llegar a pensar en ello.

Una vez con el minúsculo paquete entre sus manos, lo guardó en el bolso que llevaba para mayor cuidado. Temían por el dinero y no por la joya, y eso era algo que le resultaba bastante curioso, pero no hizo objeción alguno sobre el tema. Nuevamente se adentró en el mar de personas, esta vez teniendo más cuidado y algo menos de prisa, hasta que finalmente llegó a una zona menos concurrida, sintiendo un alivio al instante en el que pudo respirar con normalidad. En su despistado andar de pronto chocó contra algo, cayendo al suelo de inmediato y sintiendo un dolor punzante. Soltó un leve quejido antes de encontrarse con la persona con la que había chocado, luciendo un rostro algo extraño para la delfín. Tras unos segundos en los que analizó al albino esbozó una sonrisa aceptando su ayuda para levantarse del suelo. —Sí, gracias —respondió ya en pie. —Perdóname, andaba algo despistada —dijo ahora con un tono más tímido, desviando su mirada al suelo durante un instante para luego volver a ver los orbes del contrario, esta vez con preocupación. —¿Tú estás bien? ¿No te has hecho daño? —preguntó ahora con ambas manos juntas, a la altura de su pecho mientras que buscaba por su cuerpo alguna herida causada por aquel choque. Había veces que se preocupaba demasiado por las cosas, pero hacer daño a alguien por un simple despiste suyo la haría sentir fatal, y más cuando se trataba de alguien a quien no conocía.