「Come a little closer, Cedric G.」+18.
NeoArghia :: Tokyo :: Barrios Oscuros
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「Come a little closer, Cedric G.」+18.
Recuerdo del primer mensaje :
Recibió un primer golpe a puño cerrado, justo y directo a su pómulo izquierdo que sin ton ni son la hizo caer al suelo sin capacidad de contraatacar. Estaba aturdida y aún en su poca conciencia, sabía que se había metido en terreno peligroso aún cuando había sido entrenada para levantarse ante un mal paso, si de algo se sentía aliviada era de haberse encargado del mayor de sus problemas, el varón. Quizás era estúpido de su parte pensar que podía encargarse ambos vándalos sola, sin ayuda de una mano más pesada que la propia como la de Cedric pero en el fondo deseaba exteriorizar ese deseo de ser una mujer independiente que se valía por si sola, de sus navajas y el fuego.
— Demonios. — Se quejó en voz baja, escupiendo hacia un lado saliva ensangrentada. No tuvo oportunidad de ponerse en guardia porque ella estaba sentada agresivamente sobre su pelvis, jadeando y llorando bajo esa cobarde máscara kabuki que ocultaba su anónima identidad al igual que el varón tendido en el suelo, muerto, por cierto. — Tu novio difunto golpea mejor. — Sus palabras salían como una mofa monótona y cliché, que tarde o temprano provocarían negativamente a la mujer. Los reflejos se hicieron presentes cuando más los necesitaba, dando apenas segundos de tiempo a mover su cabeza para que el puño ajeno golpeara directamente el asfalto del callejón.
— Too late. — Sentenció.
La zurda tomó la mano ajena en el suelo gracias al golpe errado, ¿la diestra? se encargó de la mano libre de la fémina y de un solo impulso fue capaz de voltear la situación. Literalmente. Sus orbes rojizos eran tajantes observando la figura femenina ahora desde arriba, tan filosos como el cuchillo resguardado en su muslo herido en combate y que estaba pronto a tomar. ¿Debía perdonarle la vida? Se trataba solo de una mujer resentida con la vida, con la juez, con su miserable existencia y todo lo que fuese de la mano. Tal vez y sí, pero ella también estaba herida. — Que nunca se te olvide esta cara. — Espetó, soltando un golpe similar al recibido sobre la máscara, con la mayor cantidad de fuerza que podía reservar en un puñetazo.
No podía estar segura de si había sido suficiente para privar a la mujer de acciones más que un desmayo seguro, pero si debía dar certeza de algo, era de estar perdiendo el tiempo ahí. Se trataban barrio peligroso, de esos que no frecuentaría a menos de que fuese completamente necesario y podía dar fe de que alguien más vendría y más que dar otra golpiza, poco más y podría matarla. Para su mala suerte por más de que así lo deseara no podía regresar a su elegante y pacífico hogar en Neoarghia sin verlo a él, más allá de un tema romántico.
Un soplido de queja escapó de entre sus labios rotos imaginando lo patética que se veía sosteniéndose al caminar con el hombro sobre la pared y una palma tapando su herida en el costado. ¿Qué más podía pedir? Había recibido cuchillazos en el muslo, a un lado del torso y más golpes de los que hubiese querido tener en su delicado rostro. Pensarse a si misma la hacía querer desfallecer en cada paso pero el gusto doloroso la mantenía en pie, caminante, viva, ni siquiera entendió como fue capaz de tomar la pistola dada por el departamento para apuntar con su espantoso pulso a la cerradura y caer rendida sobre el sofá más cercano una vez entró, completamente a oscuras, quejándose complacidamente de dolor.
¿Qué iba a pensar él? No podía culparla... ¿O sí?
Recibió un primer golpe a puño cerrado, justo y directo a su pómulo izquierdo que sin ton ni son la hizo caer al suelo sin capacidad de contraatacar. Estaba aturdida y aún en su poca conciencia, sabía que se había metido en terreno peligroso aún cuando había sido entrenada para levantarse ante un mal paso, si de algo se sentía aliviada era de haberse encargado del mayor de sus problemas, el varón. Quizás era estúpido de su parte pensar que podía encargarse ambos vándalos sola, sin ayuda de una mano más pesada que la propia como la de Cedric pero en el fondo deseaba exteriorizar ese deseo de ser una mujer independiente que se valía por si sola, de sus navajas y el fuego.
— Demonios. — Se quejó en voz baja, escupiendo hacia un lado saliva ensangrentada. No tuvo oportunidad de ponerse en guardia porque ella estaba sentada agresivamente sobre su pelvis, jadeando y llorando bajo esa cobarde máscara kabuki que ocultaba su anónima identidad al igual que el varón tendido en el suelo, muerto, por cierto. — Tu novio difunto golpea mejor. — Sus palabras salían como una mofa monótona y cliché, que tarde o temprano provocarían negativamente a la mujer. Los reflejos se hicieron presentes cuando más los necesitaba, dando apenas segundos de tiempo a mover su cabeza para que el puño ajeno golpeara directamente el asfalto del callejón.
— Too late. — Sentenció.
La zurda tomó la mano ajena en el suelo gracias al golpe errado, ¿la diestra? se encargó de la mano libre de la fémina y de un solo impulso fue capaz de voltear la situación. Literalmente. Sus orbes rojizos eran tajantes observando la figura femenina ahora desde arriba, tan filosos como el cuchillo resguardado en su muslo herido en combate y que estaba pronto a tomar. ¿Debía perdonarle la vida? Se trataba solo de una mujer resentida con la vida, con la juez, con su miserable existencia y todo lo que fuese de la mano. Tal vez y sí, pero ella también estaba herida. — Que nunca se te olvide esta cara. — Espetó, soltando un golpe similar al recibido sobre la máscara, con la mayor cantidad de fuerza que podía reservar en un puñetazo.
No podía estar segura de si había sido suficiente para privar a la mujer de acciones más que un desmayo seguro, pero si debía dar certeza de algo, era de estar perdiendo el tiempo ahí. Se trataban barrio peligroso, de esos que no frecuentaría a menos de que fuese completamente necesario y podía dar fe de que alguien más vendría y más que dar otra golpiza, poco más y podría matarla. Para su mala suerte por más de que así lo deseara no podía regresar a su elegante y pacífico hogar en Neoarghia sin verlo a él, más allá de un tema romántico.
Un soplido de queja escapó de entre sus labios rotos imaginando lo patética que se veía sosteniéndose al caminar con el hombro sobre la pared y una palma tapando su herida en el costado. ¿Qué más podía pedir? Había recibido cuchillazos en el muslo, a un lado del torso y más golpes de los que hubiese querido tener en su delicado rostro. Pensarse a si misma la hacía querer desfallecer en cada paso pero el gusto doloroso la mantenía en pie, caminante, viva, ni siquiera entendió como fue capaz de tomar la pistola dada por el departamento para apuntar con su espantoso pulso a la cerradura y caer rendida sobre el sofá más cercano una vez entró, completamente a oscuras, quejándose complacidamente de dolor.
¿Qué iba a pensar él? No podía culparla... ¿O sí?
Última edición por Nirvana Knox el Jue Mar 07, 2019 7:48 pm, editado 1 vez
Nirvana Knox
- Mensajes :18Edad :23 años.Genes :Kinética.Sexualidad :Sapiosexual.Pareja :Ah... ¿É-él?Pb utilizado :Scathach.Procedencia del PB :Fate/Grand Order.Imagen Interior Mensajes (100x100) :
Re: 「Come a little closer, Cedric G.」+18.
Cualquiera que lo conociera, cualquiera que conociera a ambos en esa cama y hubiera escuchado las anteriores palabras de Cedric probablemente caería de cara al suelo luego de escuchar eso ¿acaso el pelinegro estaba borracho o bajo la influencia de alguna droga o sustancia alucinógena? ¿De verdad estaba diciéndole eso, justamente a ella? La respuesta era sí, y el hombre repleto de cicatrices estaba completamente sobrio, hablando con el completo uso de su razón al confesarse de esa manera algo indirecta pero tan obvia a la vez. Pedirle a Nirvana que sea su mujer era una manera distinta de decir que quería ser su hombre, quería ser quien la proteja día a día y quería compartir más momentos como ese que ahora mismo eran un verdadero deleite de sensaciones para Grindenwald.
Quien lo viera... Ahí mismo en su cama, la cama que hace meses ninguna mujer visita ¿meses? Años, ya que si frecuentaba otras mujeres lo hacía en hoteles baratos o lugares de esa índole, nunca en territorio "sagrado" como su propio hogar. Quien había tenido esa suerte por decirle de alguna manera fue únicamente Nirvana, la única que pudo conocer la faceta más sincera de Cedric a la hora de una situación así: Dicho anteriormente valía la pena mencionarlo una vez más, Cedric no estaba solo teniendo sexo con ella sino que más bien estaba haciéndole el amor... Y lo disfrutaba muchísimo. Chasqueó la lengua ante la pregunta de la mujer ¿de verdad sonaba tan poco convincente? ¿Eran tan poco creíbles sus palabras? Todo daba la sensación de que si quería convencerla, tenía que intentar más.
Quería responderle, pero primero tenía que continuar moviéndose un poco más porque le resultaba un tanto complicado dejar de lado tanto placer por un par de palabras, pero hey: No eran solo "un par de palabras" sino que estaba hablándole a su futura mujer, madre de sus hijos si es que continuaban teniendo relaciones sin protección alguna. De un momento a otro decidió contestarle recordando que a veces las acciones pueden decir mucho más que mil palabras, hablaría con ella pero primero necesitaba hacer algunos "ajustes". En primera instancia la empujó sutilmente hacia atrás para retomar la postura que tuvieron en un comienzo, se separó apenas unos instantes y volvió a penetrarla sin más tardar. Luego de estar juntos de forma literal, volvió a moverse pero sin piedad alguna.
No había más forma de contenerse, no quedaban sutilezas para aplicar en ese momento. La respiración del pelinegro chocaba contra el cuello de la chica mientras la mordía, mientras la besaba suavemente pero a su vez la marcaba sin piedad alguna ¿ella lo marcaba para marcar territorio justamente? Pues él le devolvería el favor. Sin cesar esos movimientos rápidos en vaivén que provocaban todavía más ruido por el choque del marco de madera ubicado atrás de la cama en contra de la pared, el pelinegro decidió hablar con la fémina mientras tomaba una postura distinta al apoyar ambas manos a un costado del cuerpo contrario como si estuviera por realizar lagartijas. El movimiento no se detuvo.
─Quiero que seas mía... Eres la única mujer con la que puedo contar actualmente y no necesito otra, pero entenderé si prefieres un príncipe azul con cara bonita y sin cicatrices. A lo mejor soy demasiado tigre como para tenerte ¿no? ─
Invitado
Re: 「Come a little closer, Cedric G.」+18.
¿De nuevo lo había hecho rabiar? No consideraba la suerte dentro de su realidad, pero de hacerlo sabía que tenía la peor en todo el mundo. No quería sonar tosca con su respuesta final, jamás había sido su intención desde que vocalizó palabras tan cuerdas como esas pero ese chasquido de queja... Sabía que cuando algo hacía mal y él estaba ahí, ese sonido tan característico suyo no faltaría; tuvo entonces la sensación de temor frente a él como si de algún modo lo había decepcionado, quería decirle que si con todas sus ansias pero ya era demasiado tarde para corresponder.
No recibió respuesta, ni siquiera un gruñido a los que tanto agrado le había cogido. Justo cuando sus labios estaban por abrirse, el empuje la hizo caer en seco sobre el colchón hasta que se separó. Nuevamente temió. — Por favor no te enfades, adoraría ser tuya y... — Sus palabras que salían rápidas tal cuales balas, fueron calladas con una penetración profunda y silenciosa, ahora empezaba lo verdaderamente bueno. La diferencia inicial del Cedric lento al actual, rudo y poco misericordioso era abismal y si debía escoger entre uno de los dos, no dudaría nunca del segundo.
¿Lo quería comprobar? El factor determinante fue la acción de echar nuevamente su cabeza hacia atrás entre ambas almohadas y gemir, gemir como expresión única a los gozosos síntomas en su intimidad que recorrían su cuerpo entero en un éxtasis profundo, ¿cuánto tardaría en terminar si se mantenía de esa forma tan rauda y carente de piedad alguna? Se reía en sus adentros de que Cedric no se hacía la más mínima idea de cuánto la ponía su solo instinto de dominio duro y severo. No negaba que se le hizo difícil concentrarse en no llegar a un orgasmo prematuro al ajeno y escuchar atentamente las palabras que tenía para decir.
— Cállate. — Espetó, abrazándolo desde el torso y arañando como castigo la espalda de arriba hasta abajo. — ¿Crees que de buscar un príncipe azul estaría en tu cama, cogiendo en los barrios oscuros? — No podía ser tierna ni dulce en un momento tan genuino donde se debatía entre el orgasmo y una mente clara. Esperaba que él supiese perdonar eso. — Nunca había deseado tanto a una persona como lo hago contigo, se mío y yo seré tuya sin chistar ni titubear. Te quiero cerca, conmigo, en cualquier ámbito e incluso en este. — Que esperaba fuera seguido. — No quisiera ver a nadie más justo al despertar que esta bonita cara cicatrizada, te lo puedo asegurar. —
Quizás hacía sido demasiado directa pero aún así sabía que no era suficiente para asustar al felino, por suerte. No se sentía preparada para las estocadas de placer que continuaron llenándola hasta que tuvo un punto culminante. Su gemir fue ruidoso, chabacano, pero hacía una increíble combinación con los golpes constantes de la madera de la cama contra la pared porque el climax era el más puro que había tocado alguna vez. Pobres vecinos, y que bendecida que era ella ahora mismo.
No recibió respuesta, ni siquiera un gruñido a los que tanto agrado le había cogido. Justo cuando sus labios estaban por abrirse, el empuje la hizo caer en seco sobre el colchón hasta que se separó. Nuevamente temió. — Por favor no te enfades, adoraría ser tuya y... — Sus palabras que salían rápidas tal cuales balas, fueron calladas con una penetración profunda y silenciosa, ahora empezaba lo verdaderamente bueno. La diferencia inicial del Cedric lento al actual, rudo y poco misericordioso era abismal y si debía escoger entre uno de los dos, no dudaría nunca del segundo.
¿Lo quería comprobar? El factor determinante fue la acción de echar nuevamente su cabeza hacia atrás entre ambas almohadas y gemir, gemir como expresión única a los gozosos síntomas en su intimidad que recorrían su cuerpo entero en un éxtasis profundo, ¿cuánto tardaría en terminar si se mantenía de esa forma tan rauda y carente de piedad alguna? Se reía en sus adentros de que Cedric no se hacía la más mínima idea de cuánto la ponía su solo instinto de dominio duro y severo. No negaba que se le hizo difícil concentrarse en no llegar a un orgasmo prematuro al ajeno y escuchar atentamente las palabras que tenía para decir.
— Cállate. — Espetó, abrazándolo desde el torso y arañando como castigo la espalda de arriba hasta abajo. — ¿Crees que de buscar un príncipe azul estaría en tu cama, cogiendo en los barrios oscuros? — No podía ser tierna ni dulce en un momento tan genuino donde se debatía entre el orgasmo y una mente clara. Esperaba que él supiese perdonar eso. — Nunca había deseado tanto a una persona como lo hago contigo, se mío y yo seré tuya sin chistar ni titubear. Te quiero cerca, conmigo, en cualquier ámbito e incluso en este. — Que esperaba fuera seguido. — No quisiera ver a nadie más justo al despertar que esta bonita cara cicatrizada, te lo puedo asegurar. —
Quizás hacía sido demasiado directa pero aún así sabía que no era suficiente para asustar al felino, por suerte. No se sentía preparada para las estocadas de placer que continuaron llenándola hasta que tuvo un punto culminante. Su gemir fue ruidoso, chabacano, pero hacía una increíble combinación con los golpes constantes de la madera de la cama contra la pared porque el climax era el más puro que había tocado alguna vez. Pobres vecinos, y que bendecida que era ella ahora mismo.
Nirvana Knox
- Mensajes :18Edad :23 años.Genes :Kinética.Sexualidad :Sapiosexual.Pareja :Ah... ¿É-él?Pb utilizado :Scathach.Procedencia del PB :Fate/Grand Order.Imagen Interior Mensajes (100x100) :
Re: 「Come a little closer, Cedric G.」+18.
─Que boca la tuya, pajarito ¿de dónde sacaste ese vocabulario o donde lo guardabas? Te hacía más educada ¿sabes? ─El pelinegro obviamente estaba bromeando con ella, le importaba poco y nada el hecho de que pudiera decir alguna mala palabra, dos o tres palabrotas no le cambiarían la buena imagen que tenía sobre ella. De hecho, le gustaba notar que la fémina estaba tan a gusto como él en una situación que bien podría invitar a sentir nervios teniendo en cuenta que era la primera noche juntos en la misma cama y para colmo, era la primera noche en la que tenían ese tipo de contacto tan directo, tan propio de posiblemente una pareja ya consagrada. Ellos no eran algo así... Sin embargo, estaban de camino a serlo a juzgar por sus actitudes y pensamientos.
El hecho de escuchar esas palabras que siguieron a continuación hizo que Cedric detenga temporalmente esa velocidad tan elevada solo para recapacitar y meditar sobre lo escuchado... Bueno, la meditación duró apenas diez segundos porque pasado ese lapso volvió el tigre intenso, ese tigre dominante que hacía el amor sin piedad alguna a esa fémina, quería mostrarle que estaba muy de acuerdo con esas palabras: Él le pertenecía en cuerpo y alma ¿ella? También lo hacía, ese sería el pacto que ambos firmarían esa noche a base de mucho placer y afecto, sentimientos que al menos en el caso del pelinegro estuvieron resguardados bajo llave y cien millones de cadenas que la fémina derritió en dos instantes con ese fuego suyo para conquistar al tigre, una gran hazaña.
─En ese caso... Acepto el trato con gusto, pajarito... Supongo que sobran las palabras de ahora en más ─Y ahí estaba nuevamente el Cedric borde pero dominante, cariñoso a su manera con esa mujer a la hora de no solamente penetrarla, sino que también al momento de darle pequeños besos en la superficie de esa piel perfumada cuya fragancia lo embriagaba como el whisky más fuerte del mercado. Los besos eran cada vez más sonoros, ya no besaba piel sino que buscaba los labios de esa mujer a la que de ahora en más juraría prometer sin la necesidad de decírselo a ella, probablemente no era necesario ya que ella lo sabría perfectamente sin nnecesidad de que él deba mencionar esos sentimientos que lo llevaban a cuidarla de todo y todos.
Pobre del que la mire con malas intenciones, pobre de aquel que de ahora en más pueda enterarse de esa relación y suelte comentarios negativos hacia ella ¿sería alguien tan idiota dentro del departamento como para burlarse de ella o soltar comentarios estúpidos sabiendo que no era cualquiera su pareja sino Cedric? Probablemente sí, porque gente imbécil hay en todos lados; Pero de eso ya se encargaría Cedric quien no tenía problemas en usar un poco las garras para poner en su lugar a todos los idiotas que se atrevan a molestar a su mujer... Porque ya la protegía desde antes sin que esta lo sepa, probablemente de ahora en más la proteja abiertamente.
La cuidaría sin necesidad de ocultar absolutamente nada. Pero bueno, para todo eso habría tiempo más adelante... ¿Ahora? Solo placer al momento en que Cedric presentaba estocadas mucho más intensas, más rápidas, más profundas... Mucho había aguantado pero no había más chance de hacerlo, el tigre había alcanzado su primer orgasmo y no repararía en liberar todo su esperma fuera, no por miedo de manchar sábanas ni mucho menos, simplemente no tenía intención más que la de dejar huella en la contraria, una huella marcada en el sentido literal de la palabra. Sus dientes se clavaron en el cuello de la chica como si fuera un verdadero tigre en celo, lo estaba: Solo con ella y con ninguna más en todo el planeta. ─Eres... Mía.
Invitado
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